Reflexión de la Oración Joven, del miércoles 14 de septiembre de 2022 y escrita por Juan González, sobre el Evangelio que se proclamará el domingo 18/09/22: Lc 16, 1 – 13

En los domingos anteriores, San Lucas, el evangelista que más se preocupa de mostrar el amor que Jesús siente por los pobres, nos ha estado enseñando que no debemos tener apego a los bienes materiales. Con esta parábola llamada del “administrador infiel”, Jesús señala la habilidad con la que ha sido capaz de salir del enredo. Este administrador ha usado la riqueza que su señor le había confiado para hacerse amigos. Jesús no alaba en absoluto el engaño, sino la astucia de este administrador.

La enseñanza que el señor nos quiere hacer con esta parábola es que los bienes son un obstáculo insuperable para llegar al cielo. Los ricos que no invierten sus bienes en el gran río del Amor no entrarán en el Reino de Dios. Por lo tanto, Dios y el dinero se oponen de manera frontal como dos señores entre los que es preciso elegir.

La riqueza no es algo negativo en sí mismo, sino un servicio y un don a los hermanos que el Señor nos da, una voluntad de compartir con ellos.

El señor nos invita en este Evangelio a practicar un discernimiento de lo que es imprescindible, de modo que nos desprendamos del dinero, o mejor, de todo aquello a lo que estamos demasiado apegados y los separemos de nosotros mismos para compartirlo como puro don de amor.

Dejamos un tiempo de silencio

Para los que no me conocéis me llamo Juan y soy del concello de Redondela. Tengo 22 años y hace 3 días que soy seminarista. Voy a contaros mi proceso vocacional para que veáis cómo Dios actúa de manera distinta en cada persona.

Desde muy pequeño la figura del sacerdote de mi aldea me llamó la atención. Me gustaba ir a misa, hablar con él, y por eso, de pequeño, no decía que quería ser astronauta o futbolista, sino que quería ser cura. Con el paso de los años fui creciendo en la fe: hice la Primera Comunión; la Confirmación; iba a misa, siempre con esa idea de ser sacerdote. Con el paso de los años hice nuevas amistades, empecé a salir de fiesta y esto hizo que empezara a tener dudas de si el Señor realmente me llamaba para esto o no. Entonces decidí hacer la carrera de Magisterio, así tendría cuatro años más para pensarlo. Aun así, nunca dejé de ir a misa y rezar.

No fue hasta el curso pasado cuando decidí que tenía que tomar la decisión de entrar en el Seminario o seguir como maestro. Busqué un director espiritual que, con su ayuda y la de Dios, consiguió que fuera abriendo los oídos a su llamada. Así, una vez terminada la carrera, pude dar este gran paso. Como es lógico tengo miedos y dudas pero os puedo asegurar que estar en el Seminario me hace feliz.